¡Mi Cristo
resucitó el pasado domingo!.. ¿El tuyo
cuándo resucita?
José Luis Guerra. Profesor del Instituto
Superior de Teología. Diócesis de Canarias.
Cada año cambia la fecha de la Semana Santa.
En el calendario cristiano hay fiestas fijas y fiestas movibles. Navidad
siempre cae el 25 de diciembre. La fiesta de Resurrección, sin embargo, oscila
cada año, y puede caer entre el 22 de marzo y el 25 de abril. La primera, la
Navidad, tiene un origen simbólico – no
sabemos cuándo nació Jesús - y se fijó
para
siempre en el calendario romano, el 25 de diciembre, en torno al solsticio de invierno. Sin embargo, la fiesta
de Resurrección tiene un origen histórico, aconteció, según los evangelios,
días después del equinoccio de primavera, en el día previo a la pascua judía, el
14 del mes de Nisán, primer mes del calendario hebreo.
Desde los primeros tiempos, los cristianos
trataron de celebrar la Pascua cristiana
en el mismo día de la muerte de Jesús. Pero no fue una buena idea: Un
movimiento religioso, que llevaba en su mochila ser original e ir dejando su
impronta, no debía caer en confusiones. Y, por ello, frente a los “quatordecímanos”
que seguían erre que erre con su fecha “catorce”, comunidades tan relevantes
como la de Roma, levantaron el
estandarte del domingo como día peculiar, típicamente cristiano, para celebrar
la Pascua. De esta forma mataban dos pájaros de un tiro: subrayar la
singularidad del domingo dentro de la
semana – “día, en que Cristo ha vencido a la muerte”, afirma la Plegaria
Eucarística - y romper con cualquier
tipo de confusión judaizante. No fue fácil, ni lo es. Ahí siguen algunos con su cerrazón, sobre todo la iglesia
ortodoxa rusa, que no pierde ripio en marcar la diferencia frente a Occidente y
frente a la iglesia de Constantinopla, hoy Estambul. El patriarcado de todas
las Rusias no pone dificultades para que Roma y otros se unan a su calendario,
si quieren, pero eso de buscar una fecha común lo consideran operación
imposible. Las desconfianzas históricas siguen funcionando. Esperemos que el
próximo Sínodo pan-ortodoxo, convocado después de muchísimos años para julio,
en Creta, ponga sobre la mesa este tema, urgido también por otras iglesias orientales, no sólo la iglesia
católica.
Los desencuentros entre Oriente y Occidente por este asunto vienen de lejos y las
tensiones, en algún momento, rompieron
los moldes. Las primeras noticias sobre
una fiesta de pascua anual entre los cristianos se remontan al siglo II. El historiador Eusebio (s. IV), apoyado en
documentos del pasado, nos dejó información sobre el primer rifirrafe por este
“quítame de ahí esta fiesta”: Excomuniones mutuas entre los defensores de una
fecha u otra y conversaciones a varias bandas. El viaje a Roma como mediador del
gran obispo de Esmirna, Policarpo, enfrió las alertas. Al menos por un buen tiempo.
Ni Roma, ni Bizancio se bajaban del burro.
Ambas ciudades, cabezas de cristiandad, se apoyaban en tradiciones apostólicas propias
para sostener sus diferencias. Al final, hacia el año 325 en el concilio de
Nicea, se llegó a un apaño: En el futuro
la fiesta de Pascua se celebraría en todas las iglesias el domingo posterior al
equinoccio de primavera, el primer domingo de luna llena. Aquel año cayó el 21 de marzo.
A partir de entonces, el domingo – día
pascual por excelencia - campea en el
calendario litúrgico de cualquier confesión cristiana. Lo poco que queda en
algunos monasterios reticentes, es puramente residual. ¿Qué fue lo que pasó? No
lo sabemos, pero no es difícil intuir que por aquellos tiempos, fe y poder
político bajaban ya muy revueltos por el rio de la historia. En muchas
cuestiones discutidas y discutibles bastaba que el poder civil se inclinara por
una solución o por la contraria para que desapareciera el dilema. Y lo acordado iba a
misa, nunca peor dicho, máxime cuando organizar o disolver concilios era
también competencia del César.
No hubo problemas durante más de mil años:
unos y otros celebraron juntos la Pascua en domingo, y en la misma fecha… Hasta el siglo XVI en el que
se volvió a las andadas. Juntos, hasta entonces, incluso después del cisma
definitivo entre Oriente y Occidente (1054), católicos y ortodoxos entonaron el
mismo día, el “Phos Hilaron” – “Oh luz,
gozosa” – y se deslizaron al unísono por los arpegios y neumas del Aleluya. Pero el diablo, que siempre va a lo suyo, -
por eso se llama diablo, “el que divide”
- encontró una nueva oportunidad en el cambio de calendario.
En el año 1586, el Papa Gregorio XIII para
darle estabilidad al calendario litúrgico y tratar de solucionar el desfase del
trópico, impuso un calendario nuevo, el
gregoriano, nuestro calendario,
aceptado prácticamente por todo el mundo en la actualidad. Por todo el
mundo, menos por las iglesias orientales que siguen el calendario anterior, el juliano. Un
calendario que por su forma menos precisa de calcular el tiempo, supone
desajustes en relación a nuestro almanaque, no sólo de días, sino también de
semanas en algunos años. Y ahí estamos.
El pasado junio la prensa en general se hizo
eco de las palabras del Papa Francisco sobre la fecha de la Semana Santa. Respondiendo
a una pregunta realizada en el encuentro internacional con sacerdotes de todo
el mundo en San Juan de Letrán, el Papa afirmó
que la Iglesia católica estaría dispuesta a renunciar a la fecha actual
y consensuar con todas las iglesias cristianas una fecha fija, común para la Pascua. “Sería bellísimo y un
signo tangible para los fieles y el resto de la humanidad”. “Podría ser el
segundo domingo de Abril”, adelantó el Papa,
“pero sólo si se llega a un acuerdo de todas las partes”, concluyó. No
es cuestión de poner más piedras en el camino
de la unidad.
En realidad, Francisco no dijo nada nuevo. Al
menos no dijo nada que no hubieran dicho
en su momento el papa Pablo VI o el papa Juan Pablo II al proponer una fecha
común para todos los cristianos. Ya el Vaticano II había tocado el tema en el
apéndice a la Constitución sobre la Liturgia, y el Papa actual, a lo más, lo
que aventuró como simple hipótesis, fue la fecha.
El Papa, que no da puntada sin hilo, trataría
de reforzar también con esto, el camino de la unidad entre las diversas
confesiones cristianas, muchas de ellas perseguidas y en peligro de extinción.
En Oriente Medio son, a veces, un archipiélago de ritos en una misma región e
incluso en una misma ciudad. Una fecha común para celebrar juntos la Semana Santa, daría mayor visibilidad a los cristianos. Al día de hoy son más de 2.500 millones en todo el mundo: Hombres
y mujeres que creen en el mismo Cristo y derraman la sangre por el mismo Cristo.
Los problemas prácticos se sucederían en cadena, pero más en el calendario litúrgico que en el
civil. Nada, por otra parte, imposible de reconducir.
Algunos años, Cronos, cansado de tanta tela
bizantina, toma partido y ofrece la posibilidad, tanto a tirios como a troyanos
- pura coincidencia astral - de celebrar
al mismo tiempo la Pascua. No es el caso de este año que nos lleva al otro
extremo del péndulo, casi un mes de diferencia entre la pascua “católica – luterana”
con la ortodoxa. El año que viene sí, coincidiremos todos en la misma fecha.
¿Por qué no también el resto de los años?...Si tu Cristo Resucitado y el mío,
es el mismo… ¿Por qué no resucita el mismo día?