José Luis Guerra.
Profesor Instituto Superior de Teología de la Diócesis.
"Acabamos de salir
de la parrilla, hemos comenzado un nuevo Año Litúrgico. Nos espera una carrera
de fondo, un camino a recorrer a lo largo de inviernos crudos y primaveras
esperanzadas, veranos de fuego y otoños desnudos. Pero llega el Adviento como
una puerta que puede ser abierta para que entre la esperanza, como una ventana
que se despliega para que entre lo verde.
Las dos imágenes
son de dos teólogos del siglo XX, distantes y distintos: uno, Bonhoeffer, el
otro Frei Betto. El primero, luterano, ejecutado por orden de Hitler, el otro
vive aún, dominico brasileño, defensor
de causas perdidas, pero justas.
La imagen de la
puerta cerrada fue una constante en la reflexión de Bonhoeffer sobre al
Adviento. Durante dos años estuvo en
prisión y desde esa experiencia, escribe a su amigo: “Una celda en la cárcel es
como nuestra situación en Adviento: uno espera, hace esto y aquello – cosas sin
sentido – pero la puerta está cerrada y solamente puede ser abierta desde
afuera”.
“¡Es la esperanza!”
Y en este zulo donde los fantasmas del
Brexit, de Trump, del desánimo y del miedo, son cascotes que nos ahogan, sólo
cabe esperar a la excavadora, la mano amiga que nos detecte y nos libere. Solo
cabe esperar lo imposible, lo impredecible. “Que el león y el cordero pasten
juntos y que el niño pueda jugar con el áspid.”
Esto es Adviento:
trabajar para acelerar lo improbable, trabajar y hacer cosas, aparentemente
insignificantes, desproporcionadas, pero cargadas de sentido, de futuro. Adviento
es el tiempo en el que la búsqueda de Dios se convierte en espera.
Cuando doblamos la
esquina de los días y nos acercamos a la Navidad “vistámonos las armas de la
luz”, grita el profeta, porque Cristo no ha venido a encendernos el mes de
diciembre, sino a iluminarnos la existencia.
Hoy, 68 años después
que, en Paris, se proclamaran los derechos humanos, muchos de esos derechos
sólo están en los papeles. Y, sin embargo, no hay más alternativa para lograr
lo improbable que hacer personal la batalla de todos. Esos cadáveres, la
inmensa mayoría jóvenes que se descomponen en el fondo del mar, víctimas de
unos derechos en los que sólo ellos creyeron, son también tu fracaso y el mío.
Se suceden los terremotos y las ruinas se acumulan sobre el personal, pero mientras haya esperanza hay que seguir
escarbando, aunque sea con una simple cuchara de sopa. La montaña está ahí,
pero podría no estar. Ciertamente cargamos con
muchas preguntas, pero ¿dónde están las respuestas?
“Saber que vendrás, saber que estarás…” En estos día en que Bob Dylan ha vuelto a las
primeras páginas, y hoy 10 de diciembre especialmente, no está de más recordar
que su canción “Blowing in the wind,” llegó a España, travestida y disfrazada, y sonó
por primera vez en nuestras iglesias con esa letra. Aquella canción que
aprendimos en las Misas daba respuestas…la de Dylan hacía preguntas…es una
canción para preguntarse mientras se está en la celda al otro lado de la
puerta, mientras se espera:
“¿Cuántos caminos debe recorrer un
hombre,/antes de que le llames "hombre"?/…¿Cuántos años puede existir
una montaña,/antes de que sea arrasada por el mar?…/¿Cuántos años pueden vivir
algunos,/antes de que se les permita ser libres?…/¿Cuántas veces puede un
hombre girar la cabeza,/y fingir que simplemente no lo ha visto?…/¿Cuántas
orejas debe tener un hombre,/antes de poder oír a la gente llorar?/¿Cuántas
muertes serán necesarias,/ antes de que él se dé cuenta,/de que ha muerto
demasiada gente?/ La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento.”
La letra merece un premio nobel,
aunque Benedicto XVI no estuviera de acuerdo con estos profetas populares a la
hora de cantar en eventos religiosos. Era su opinión, frente a la de Juan Pablo
II. Un Juan Pablo II, que en el encuentro de Bolonia donde intervino Bob Dylan,
después de escuchar esta canción, subrayó, dirigiéndose a los miles de jóvenes
allí reunidos: “Es verdad, la respuesta a las cuestiones de vuestra vida vuelan
con el viento, pero con el viento que sopla el espíritu y no el viento que
dispersa todo como un torbellino vacío.” ¡Esa es nuestra esperanza!
Coda: ¡Feliz
cumpleaños Santo Padre! El próximo sábado 17, el Papa Francisco cumple 80 años.
Una fecha redonda, como redondo está siendo para la Iglesia su ministerio. ¡Que
no falte nuestras oraciones!